Angélique Kidjo: “En África despertaremos el día en que nos neguemos a permitir que nuestros recursos sean controlados por grupos extranjeros”


“La verdadera reina de la canción africana es ella”, dijo Miriam Makeba al presentar a Angélique Kidjo en uno de sus conciertos, en 2006, cuando transitaba la última etapa de su vida. Puede que Kidjo no se crea al pie de la letra semejante elogio de Mamá África, pero tácitamente ha tomado el testigo de la cantante sudafricana, que un día le confesó que deseaba morir sobre el escenario. Con las canciones de Makeba había podido crecer más libre de miedos aquella niña llamada Angélique, nacida en 1960, en Ouidah (Benín), el corazón de África Occidental.
Al cabo de una rutilante carrera, la pequeña que cantaba Malaika aún reversiona el Pata Pata que popularizó Makeba. De hecho, lo hizo días atrás, sobre el escenario mayor de la 17ª edición del Festival de Músicas Urbanas de Anoumabo (FEMUA), el pasado abril, creado por A’Salfo, el líder de Magic System, en Abiyán, Costa de Marfil. Allí también se dio el lujo de invitar a la escena a la figura local Roseline Layo, para cantar juntas On será là (Estaremos ahí).
Las mujeres del continente han aprendido a pasarse el testigo (y los secretos), a través del tiempo y el espacio, y de eso habla este diario con Kidjo en una entrevista que transcurre en el barrio de Marcory de la capital marfileña.
Hace años ya que la diva beninesa, que este miércoles actúa en un concierto en Madrid en la Sala del Movistar Arena, vive en Nueva York, desde donde sigue irradiando africanidad pop. En los últimos tiempos, ha colaborado en una sinfonía con Philip Glass, a partir de poemas escogidos en yoruba, y actualmente trabaja en un proyecto con jóvenes de la escena urbana nigeriana como Burna Boy y el rapero Rema. Además, editará un nuevo álbum en honor a su madre, a quien perdió hace cuatro años, pero que sigue con ella, “cada día, en la cabeza y en el espíritu”.
Pregunta. ¿Dónde comienza su vínculo con Miriam Makeba, a quien nombra como su inspiradora?
Respuesta. Todo empezó cuando yo tenía ocho años, cuando mi madre y su grupo de amigas empezaron a reivindicar los derechos de las mujeres al voto y a su autonomía. Mi madre me llevaba con ella a las reuniones y manifestaciones, y allí cantaban la canción Malaika, a la que le habían puesto letra en nuestra lengua fon. Un día me dijo que debía ir al frente de la marcha, porque cantaba mejor que ellas. Así es como yo fui feminista antes de ser feminista. Y esa música siguió siendo la favorita de mi madre hasta su fallecimiento.

P. Makeba marcó la vida de mujeres nacidas en los sesenta alrededor del mundo, porque ella daba conciertos en Europa, en África, en Sudamérica. Pata Pata se podía escuchar en la radio…
R. Es una canción de nuestra infancia, impresionante. Yo todavía la canto. Pienso en destinos paralelos, porque ella tuvo que salir de su país por el apartheid y yo, por la dictadura comunista. Ella tocaba en un grupo, en un momento en que estaba prohibido cantar canciones de resistencia negra… Y lo que sacrificó para vivir libre, pocas personas lo han hecho hasta hoy. Tuvo que dejar atrás a su hija: fue su madre quien la crio. Cuando su madre cayó enferma, tuvieron que hacer arreglos para enviar a su hija a vivir con Miriam, que estaba en el exilio. Cuando su madre murió, no pudo visitar su tumba. Luego falleció su hija. Sacrificó mucho para sacar a su país del apartheid. Fue la primera artista que, en 1964, pronunció un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, pidiendo el boicot a Sudáfrica. Pero siempre pasa lo mismo cuando la verdad y la libertad no benefician a la gente poderosa: te aplastan. Miriam Makeba pagó un alto precio por ello, porque cuando salió de Estados Unidos para ir a Guinea Conakry, allí la trataron igual de mal, porque la ubicaban de un lado de la política doméstica. Pero no, ella era panafricanista.
P. Habla de la “dictadura comunista” en Benín, en los años ochenta ¿qué pasó?
R. El problema es que cuando llega una dictadura se cierra el espacio público. Se quita la libertad de expresión y todos se convierten en espías. Nos espiamos unos a otros, destruimos las familias, la solidaridad, el lazo que nos une.
La forma en que invierten las mujeres africanas en sus negocios ha cambiado. Una esposa ya no pone el dinero debajo del colchón para que venga el marido a buscarlo, lo tiene en su teléfono. Es una pequeña revolución
P. Eso pasa también en las dictaduras capitalistas…
R. Claro, yo no quiero eso. Por eso me fui, aunque mi padre me dijera que cuando uno hace música no tiene que meterse en política. Mi última palabra es dicha cuando mi música está en el mundo y eso es imposible en una dictadura que nos exige cantar solo determinadas canciones.
P. ¿Algo parecido a lo de Makeba, de nuevo, una cantante que, casi sin querer, fue empujada a tener una actividad militante?
R. Se vio obligada a hacerlo, porque quería que su madre, sus hermanos y hermanas fueran libres. Llegó por casualidad, pero mostró la determinación por obtener la liberación de su pueblo. Hay pocos sudafricanos de los que podamos hablar como de Miriam Makeba. Vivir requiere coraje, morir no. Cuando quieres vivir verdaderamente, lo que es bueno para ti necesariamente es bueno para tu prójimo.
P. ¿Cree que las mujeres africanas tienen problemas diferentes a los que tenían antes de que usted saliera de su país, a principios de los ochenta?
R. Son los mismos problemas pero multiplicados, aunque ahora están más informadas. Sí, sufren menos. Tienen una visión diferente del mundo. Como resultado, la forma en que invierten en sus negocios, por ejemplo, ha cambiado. Una esposa africana ya no pone el dinero debajo del colchón para que venga el marido a buscarlo, lo tiene en su teléfono. Es una pequeña revolución.
P. ¿En África no sois pobres sino víctimas de vuestra riqueza?
R. Es verdad. Somos víctimas de nuestra riqueza. Y, por supuesto, con la complicidad y la colaboración de nuestros dirigentes. Hoy seguimos vinculados de una u otra forma a Occidente, que continúa aprovechándose de nuestros recursos sin que seamos capaces de salir de debajo de esta plancha de plomo que nos han colocado encima. En otras palabras, somos un objetivo al que le dicen “si te mueves demasiado rápido y te sales del campo de la mira por hacer algo que ponga en peligro nuestros intereses, te liquidaremos”.
P. ¿Qué porvenir ve hoy en el continente, medio siglo después de cantar Malaika en las manifestaciones?
R. Los jóvenes de hoy están mucho mejor informados que antes, gracias a internet. Lo que ocurría en el pasado ya no puede ocurrir hoy porque tienen una capacidad de movilización muy poderosa. Digo que esto se convertirá en un peligro para los jefes de Estado africanos… que pueden cortar internet todo lo que quieran, pero los jóvenes siguen en TikTok y empiezan a darse cuenta de las mentiras que conducen a la desinformación. El día que despertemos va a ser muy doloroso para nosotros y para los demás. Pero tienes que pasar por ese dolor para ser libre.
Lo que me interesa es qué vamos a hacer con la enorme población joven que tenemos en África. Los líderes africanos van a tener que crear empleo
P. ¿Cuál será el día en que uno se despierte?
R. Despertaremos el día en que nos neguemos a permitir que nuestros recursos sean controlados por grupos extranjeros, para empezar. Los francófonos nos negaremos a que la moneda que utilizamos esté vinculada al euro. Es mucho para que Occidente lo asimile, porque algunos países van a caer. Pero la política no me interesa… Siempre he pensado en la música como un medio de comunicación y de paz. Nunca he creído en la violencia, que se da cuando no hay forma de hablar. Allí no hay perdedores ni ganadores; se sacrifican vidas humanas a cambio de nada. Este modelo de sociedad está cerca de oler a putrefacción. Habrá que tener el valor de crear otro sistema, porque el capitalismo ha generado muchos más pobres que ricos. Y la revolución de los pobres no tiene nada que perder. Los ricos sí tienen que perder. No quiero violencia en absoluto. Entonces, digo, si podemos cambiar las cosas trabajando juntos, sentémonos para ver qué estamos haciendo por nuestras sociedades. Porque no queremos firmar contratos que no beneficien a nuestros países.
P. ¿De qué temas hay que hablar ahora en la música del continente?
R. Lo que me interesa es qué vamos a hacer con la enorme población joven que tenemos en África. Los líderes africanos van a tener que crear empleo en sus países. Porque permanecer en silencio cuando hay niños muriendo en el Mediterráneo no será posible durante mucho más tiempo. Así que creo que va en el interés de los países ricos asegurarse de que los países africanos sean completamente autosuficientes.
P. Usted que ha acortado puentes con América Latina, que ha actuado tanto en Brasil, ¿por qué cree que hay que pasar siempre por Europa para conectar el Sur con el Sur?
R. Estamos lejos, pero tenemos los mismos valores. El divide y vencerás existe desde el principio. Con la esclavitud empezó la división del mundo. Nadie estuvo exento de la colonización ni de la esclavitud. Desde la pequeña Europa se decidió que América Latina en su inmensidad fuera una tierra de vasallos; lo mismo sucedió en África. Y funcionó: destruyeron poblaciones imponiéndoles su cultura. Hablamos en sus idiomas, eso nos da fuerza; les comprendemos, estamos en igualdad de condiciones. La lengua ya es una propiedad adquirida, aunque mantener la distancia física y geográfica sigue siendo una división. Y no importa si viene China, que hará lo mismo. Desde el momento en que compran tierras y dependemos de ellos para todo, ya sabemos.
EL PAÍS